Violencia y Adicciones: Un Vínculo que Requiere Comprensión y Reparación
- Guadalupe Arenas
- 28 jul
- 4 Min. de lectura
La violencia y las adicciones son problemáticas sociales y de salud que con frecuencia se entrelazan, generando un círculo difícil de romper para quienes las padecen y para sus entornos. Comprender este vínculo es esencial para un abordaje terapéutico más empático, informado y eficaz.
Un ciclo de daño mutuo

Numerosos estudios han evidenciado que las experiencias de violencia —especialmente durante la infancia— aumentan significativamente el riesgo de desarrollar trastornos por consumo de sustancias. El trauma psicosocial no resuelto puede generar un sufrimiento emocional tan intenso que las drogas o el alcohol se convierten en mecanismos de evasión, aunque solo brinden alivio temporal (Felitti et al., 1998).
Por otro lado, el uso problemático de sustancias también puede desencadenar o agravar dinámicas violentas, tanto en el ámbito familiar como comunitario. Bajo los efectos de las drogas, se deterioran los autocuidados, los límites y la capacidad de autorregulación emocional, lo que incrementa la probabilidad de conductas agresivas o negligentes (Boles & Miotto, 2003).
La violencia como origen y consecuencia

Las personas con historial de violencia intrafamiliar, abuso sexual, abandono o negligencia suelen presentar una mayor vulnerabilidad psicológica. Esto se refleja en trastornos del apego, baja autoestima, impulsividad y dificultades para establecer vínculos seguros, factores todos que pueden facilitar la entrada al consumo (Anda et al., 2006).
A su vez, cuando una persona se encuentra en un proceso activo de adicción, es frecuente que su entorno también se deteriore. Las mentiras, la manipulación, los hurtos, y las explosiones emocionales forman parte de un repertorio relacional que puede ser vivenciado por los seres queridos como formas de violencia, aunque no siempre haya intención de dañar.
Hacia una recuperación integral

Abordar la violencia y las adicciones de forma conjunta permite una recuperación más profunda. Esto implica no solo dejar de consumir, sino también sanar heridas del pasado, responsabilizarse por los daños causados y reconstruir relaciones desde una ética del cuidado y la reparación.
Desde los enfoques terapéuticos integrales, como la Terapia Cognitivo-Conductual centrada en el trauma, los programas de 12 pasos y el modelo biopsicosocial, se reconoce que no es posible sanar del todo una adicción sin enfrentar los patrones de violencia que la acompañan, ya sea como causa, consecuencia o ambas (Najavits, 2002).
Reflexionar para Sanar: Romper el Silencio del Dolor
Cuando hablamos del vínculo entre la violencia y las adicciones, no nos referimos a estadísticas frías ni a diagnósticos lejanos. Nos referimos a historias reales, muchas veces silenciadas, de dolor, pérdida y búsqueda desesperada de alivio. Reconocer que muchas conductas tienen raíces más profundas puede abrir la puerta a una nueva forma de mirarse y de comprender lo vivido.
Quizás, sin darnos cuenta, cargamos con heridas de infancia que nunca lograron cicatrizar del todo. Momentos de abuso, abandono, humillación o negligencia pueden haber dejado marcas invisibles que aún influyen en cómo nos relacionamos con los demás… y con nosotros mismos. ¿Alguna vez te has preguntado si ciertas reacciones tuyas vienen de un pasado no resuelto?
En el presente, puede que esas heridas se manifiesten como impulsividad, desconfianza, explosiones de rabia o una necesidad constante de protección. A veces, buscamos aliviar ese malestar interno a través del consumo de sustancias, sin saber que esto solo posterga el dolor en lugar de sanarlo. ¿Qué emociones intentas evitar o calmar cuando recurres al consumo?
También es importante observar cómo nos relacionamos con las personas que amamos. ¿Podemos sostener vínculos seguros, o el miedo, el control, los gritos y el aislamiento aparecen como formas aprendidas de "amar"? A veces repetimos lo que un día nos dañó, sin querer, porque no hemos aprendido otra manera de vincularnos.
Pero este no es un camino sin salida. La toma de conciencia es el primer paso hacia el cambio. Mirarse con honestidad, sin culpa pero con responsabilidad, permite dejar de ser víctimas del pasado y convertirse en protagonistas de una vida diferente. ¿Qué patrones estás dispuesto o dispuesta a romper para comenzar a vivir desde otro lugar?
Sanar implica detenerse, reconocer lo vivido, y animarse a construir algo nuevo. No es fácil, pero es posible. Y no estás solo. El acompañamiento terapéutico, los espacios grupales y la decisión de cambiar son las herramientas más poderosas para transformar una historia marcada por el daño en un testimonio de resiliencia.
Reconocer el daño —propio y ajeno— no implica condenarse, sino comenzar un camino de sanación que nos devuelva la dignidad y la capacidad de amar sin violencia ni dependencia.
Referencias
Anda, R. F., Felitti, V. J., Bremner, J. D., Walker, J. D., Whitfield, C., Perry, B. D., ... & Giles, W. H. (2006). The enduring effects of abuse and related adverse experiences in childhood. European Archives of Psychiatry and Clinical Neuroscience, 256(3), 174–186.
Boles, S. M., & Miotto, K. (2003). Substance abuse and violence: A review of the literature. Aggression and Violent Behavior, 8(2), 155–174.
Felitti, V. J., Anda, R. F., Nordenberg, D., Williamson, D. F., Spitz, A. M., Edwards, V., ... & Marks, J. S. (1998). Relationship of childhood abuse and household dysfunction to many of the leading causes of death in adults. American Journal of Preventive Medicine, 14(4), 245–258.
Najavits, L. M. (2002). Seeking Safety: A Treatment Manual for PTSD and Substance Abuse. Guilford Press.
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